Mucho se ha hablado de la emergencia climática a lo largo de este último mes. La tenacidad con la que Greta Thunberg defiende el Estado de Emergencia Climática llega de la mano de la aparición de nuevos movimientos y agrupaciones ecologistas que se suman a las existentes para alzar su voz en defensa del medioambiente. Luchan en busca de esta declaración por parte de gobiernos e instituciones, luchan por su futuro y el de todos nosotros.
Hablamos de un término relativamente reciente que aparece en Australia en 2016, tras el Acuerdo de París en 2015, en donde una carta abierta y firmada por distintos actores sociales provocó que 6 meses más tarde se aprobara por unanimidad el Estado de Emergencia Climática en el consejo ciudadano de la ciudad de Darebin. Pero no será hasta este año 2019 cuando a raíz de las exigencias de los diferentes movimientos, las administraciones (estatales, regionales y locales) den un paso adelante y se sumen a la declaración, reuniendo un total de 800 que a día de hoy siguen creciendo. A España llegó el pasado mes de septiembre, cuando el día 17 el Congreso declaró la emergencia climática precedida de diferentes localidades entre las que se encuentra Zaragoza, que lo hizo un mes y medio antes, el 31 de julio.
Pero ¿qué implica exactamente esta declaración? En realidad puede llegar a no significar nada en absoluto, si dicha declaración no se acompaña de un paquete de medidas que puedan hacer frente al cambio climático. En concreto se trata de aplicar soluciones de manera transversal a las políticas de cada país, en donde toda decisión económica, social, cultural, ambiental o educativa tenga en cuenta las necesidades ambientales en busca de la sostenibilidad. Además nuestros gobiernos deberían impulsar también, estrategias, acciones y presupuestos que aseguren una adaptación y resiliencia al mencionado cambio climático.
Una transición energética en manos de las personas
Entre estas medidas podemos encontrar algunas tan populares como la reducción de las emisiones o la transición energética. Conceptos que han ido evolucionando con el paso del tiempo y a los que se han ido sumando nuevas características que entienden un mayor beneficio para la sociedad. Hablamos de la Transición Energética Democrática, que consiste en un cambio de modelo energético en manos de las personas. Se trata de impulsar una descentralización continua de los sistemas energéticos a través de la eficiencia energética y las energías renovables para conseguir un empoderamiento local y ciudadano. Ya que aunque la tecnología necesaria para llevar a cabo la transición exista ya serán factores sociales, políticos e institucionales los que harán que dicha transición se llegue o no a dar.
Por lo tanto, no solo sirve generar la energía de una manera limpia y sostenible, importa quién genera esa energía. Venimos de un mercado energético donde la energía es un producto, y no un derecho, que unos pocos comercializan. Pero la energía es necesaria para vivir en nuestras casas, trabajos, desplazarnos y cómo se genera importa, y quién la distribuya y quién la venda importa… por eso, aunque las energías renovables aumenten en el mix energético de nuestro país y en otros países, el mix energético no puede cambiar a costa solo de que las subastas a las que van grandes empresas. Se necesita un cambio, y ese cambio viene de la mano del autoconsumo, de empoderar a las personas, de generar su propia energía, de conocer la energía.
Solo de esta manera las personas no solo reclamarán una emergencia climática sino que conseguirán una transición energética real, en la que importan las personas, su energía, cómo se genera y quién la genera. En la que se reclame de una vez una bajada del gasto fijo de la factura y sea el variable el que tenga el peso, permitiendo que se penalice el despilfarro y se premie el ahorro y la producción distribuida y limpia.
Hablamos de la responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos ante este proceso. Necesitamos de una sociedad que reclame su derecho a la energía, pero que también sea capaz de gestionar por si misma tanto su generación, como su consumo. Para conseguirlo debemos olvidarnos de dejar las decisiones energéticas en manos de los expertos que han controlado el mercado hasta ahora y convencernos de que con la ayuda y la información adecuada, nuestra sociedad es capaz de tomar sus propias decisiones; ejerciendo así su estatus de ciudadanía, reclamando sus derechos y ejerciendo sus responsabilidades. Necesitamos, pues, un cambio de mentalidad, un cambio cultural que pasará necesariamente por el empoderamiento ciudadano.
La situación en España
Como hemos comentado la declaración de la emergencia climática es una realidad que las personas están reclamando para defender su futuro y que en España hace poco más de un mes que fue declarada. Sin embargo, nuestra coyuntura política de bloqueo no permite que avancemos en este tema, por lo que seguimos a la espera de las estrategias y medidas mencionadas al principio de ésta entrada.
La generación limpia de energía es una apuesta clara en Europa desde hace tiempo y ahora, por fin, parece que en España también. A pesar de que el sol es un recurso abundante en este país, no ha sido fácil que el gobierno volviera a promocionar la generación de parques solares y eólicos. Más difícil ha sido que la acompañara con una legislación que no penalizara la generación distribuida (antiguo RD 900/2015); algo a lo que debíamos sumar la tradicional opacidad del mercado energético en nuestro país.
Pero parece que el sol y el viento empiezan a tener una mayor penetración en España. No solo la mala imagen que en su día tuvo la producción de energía solar se va diluyendo, sino que aparece como una oportunidad para un nuevo modelo energético. Son recursos naturales que abundan en nuestro país y a los que tenemos acceso de forma gratuita. ¿Qué nos impide entonces aprovecharlos? Una gran desinformación y una legislación en contra a lo largo de estos años atrás parece que es la respuesta a esta pregunta.
Pero el panorama ha cambiado desde la derogación del llamado impuesto al sol y la regulación del autoconsumo (RD 15/2018 y RD 244/2019). La legislación al respecto parece que vuelve a estar al servicio de las necesidades de la sociedad y acorde a los tiempos que corren, por lo que no podemos dejar pasar esta oportunidad. Hoy en día una instalación fotovoltaica en tu casa o en tu empresa es una de las mejores inversiones que se puede hacer, podemos darte distintas razones: ningún banco da una rentabilidad mayor, conocerás y controlarás tus consumos y todo ello sin emitir CO2 a la atmósfera, pero sobretodo, contribuirás a democratizar (y abaratar) la energía, el sistema de unos pocos se cae si miles de casas generan su propia energía limpia y pasa a ser la energía de todas.